Las maravillas que habían creado se opacaron
cuando de ellos salió el demonio de la destrucción
Constantino Pol Letier
Tomé un atardecer y se deshizo en mis manos;
capturé con la mirada las montañas
hasta que se convirtieron en corceles deformados
cabalgando hacia el infinito, imbatibles;
los mares transmutaron sus furias y rumores
en nubes plenas de formas extrañas sin sentido;
la atmósfera lloraba a través de sus huecos,
cada vez más grandes,
padeciendo una enfermedad incurable;
el agua se ensució hasta perder sus propiedades,
y, ácida, se tornó en un conjunto de lágrimas malditas;
quise entender a los hombres
que, siendo enigmas eternos,
se quedaron en su estupidez de hambre y guerras,
en su destrucción sistemática,
ganándole al planeta que, más lento,
intentaba revertir los daños.
No pude entenderlo.
Alonso Marroquín Ibarra
Culhuacán, Ciudad de México
Año 2009 y corriendo